ALGO ASÍ COMO ES


 Una lejana línea se divisa desde la tierra. Sobre ella aún hay unos brillantes puntitos celestes cargados de un mágico encanto, que renuncian a extinguirse ante el empuje de un manto violeta que no encuentra obstáculo suficiente en su avance. Tras él, una brasa de fuego se aviva paulatinamente, mientras que una pálida perla va rodando cada vez más lejos. La brasa de fuego se ha ido convirtiendo, poco a poco, y conforme se alzaba, en una maravillosa bola dorada. La nostálgica perla se fue acompañando a los pequeños puntos en su momentáneo destierro.

La aureolada esfera despide una cálida caricia, en un vivo reflejo, sobre los rizos que en un perfecto y armónico juego se deslizan en el líquido elemento, en un ir y venir hacia la orilla. Las ondulaciones al recibir en ellas los destellos dorados, forman un maravilloso dibujo propio de un país de ensueño.


Sobre todo ello, entre la línea y la orilla, un casco, con unas diminutas figuras móviles, se balancea al compás de un ritmo tremendamente natural. Toda una composición esplendorosa en un momento fantástico y eternizable.

La eternidad es compleja y la visión se hace difusa para dejar paso a los fenómenos propios.
El círculo se ha ido completando en la eternidad del momento y va tendiendo a desaparecer. Las bellas manifestaciones doradas han terminado por irse fundiendo, y, ahora en un fuego al rojo vivo va ocultándose, a la par que en el espacio van apareciendo cada vez más granos de purpurina celeste. El bello espectro de colores terminó por perecer ante la irresistible fuerza de la visita del redondeado fantasma, en la ya apagada claridad.

El preciado momento dorado dejó paso al singular instante argentífero en la inalterable sucesión.

13 de octubre de 1978

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