Barrio Gótico


Las viejas calles andan concurridas, aún es temprano, o tarde. Al caer la noche, esas antiguas vías, testigos de siglos de historia, se verán casi desiertas. Cualquier paso de alguien, en el silencio y la oscuridad, resonará en sus muros. Dando una sinergia especial a la luz de la luna, despertando lejanas historias. Tranquilas, sin intrusos que las molesten, ese simple sonido de una pisada, bastará para romper su reposo y despertarlas.


Comenzarán a abrirse sus paredes y susurrarán crónicas. Florecerá una fugaz, pero fuerte tormenta, que dejará un persistente olor a humedad en sus arterías. Desde las gárgolas que asoman a sus tejados, en forma de dragones alados; empezarán a correr ríos de agua para refrescarles los recuerdos.

Crearán su existencia una vez más. Volverán a ser unas sendas transitadas por esos rudos y osados personajes. Capaces de construir urbes como esta. Que no volverán porque son parte de la historia. En sus ventanas y balcones volverán a surgir esos rostros de sus antiguos habitantes. Los que la habían edificado para sí mismos. Un día más revivirán sus remotos momentos, libres de forasteros.

Al caer la noche, las calles sumirán sus recuerdos en un profundo sueño. Al alba, con el metálico tañido de las campanas de su vetusto templo, construido con viejas técnicas resistentes al paso del tiempo, retornarán al olvido de sus intrigas y maquinaciones.

Con el nuevo día, sus paseos, se convertirán en escenarios de visita para foráneos. Y, comprobarán, que el paso de los distintos reinados ha conseguido dejar huella en sus murallas. Demostrando que no son de hoy. Si no del ayer.



Barrio Gótico. Agosto de 1979







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