Entre las flores

 

Entre las flores de un jardín bello nació una… tan rebonita…

Antonio Martín


En una ocasión, en una bandeja de plata, se posó una blanca mariposa. Se reflejó en ella, formando una estampa de singular belleza. La vio tan resplandeciente y limpia, que le pareció vacía, no encontraba nada, y ella buscaba. Buscaba algo más que verse reflejada en la frialdad del metal. Quería saber si su efímera existencia tenía algún propósito o algún sentido.


A pesar de verse en el resplandor de la bandeja, no encontraba respuesta a su búsqueda; faltaba algo, todo lo veía muy pulcro. La realidad no era así, no. No podía ser todo tan fácil.


Echó a volar y empezó a dar vueltas cual etérea bailarina nevada.


¿Dónde mejor ir a posar que en un jardín florido?

¡Qué bonito!, ¡todo es tan bello! Revoloteo por aquí, revoloteo por allí. ¡Qué pétalos tan bonitos!, esta fragancia es asombrosa. Y esas gélidas gotas de agua, todavía brillantes, proceden del rocío del alba. Yo me quedo aquí, de flor en flor. ¡Qué néctar! Aquí puedo libar a gusto.


Con un ligero batir de alas, se eleva suavemente trazando círculos en el aire. Luego volvía a descender atravesando un mar de preciosas flores. Se deslizaba entre ellas moviendo sus alas, como velos inmaculados de novia. En cada aleteo esparcía nubes de polen diseminando vida y dejando un rastro de perfume.


Pero, ¿qué es eso?, eso es digno de magia. ¡Qué resplandor! Ese reflejo, ese esplendor. Solamente puede darse aquí, la más visible de todas. ¡Y mira que hay flores!


En el centro del idílico jardín, bailando al ritmo del viento, sobresalía una hermosa flor. Sus pétalos, aterciopelados y húmedos de rocío, desplegaban una perfecta figura suave y delicada. Su fragancia, un elixir dulce y embriagador, flotaba en el aire, envolviendo todo en un halo de fantasía, invitando a sorber su néctar. Cada pétalo era una muestra de la perfección de la naturaleza: rojos, intensos, vibrantes. Un corazón brillante como un rubí y protegido por un tallo cargado de espinas desafiantes. Un canto a la vida en su máxima expresión.


La mariposa se fijó en la perfecta creación de la naturaleza. Se fue acercando con un aleteo suave, cual danza embriagadora. Se posa sobre uno de sus pétalos, admirando su color, su aroma y su polen de vida. Compartiendo un momento único, en el que el mundo parece detenerse. Lo perecedero del momento no impide disfrutar un instante. En el que la libertad y la belleza capturan la esencia de la naturaleza.




3 de septiembre, 2024


Inspirado en el pasodoble de la rosa de Capricho Andaluz





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