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Mostrando entradas de noviembre, 2024

LA SOLEDAD

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  “ ...La soledad me hace libre, la soledad no me engaña, cuando el mundo se va, soledad es la última que me acompaña…” Juan Carlos Aragón Becerra Un día gris, con el cielo encapotado, amenazando lluvia. Pero a mí me gustaban esos días oscuros, con lluvia ligera y el viento susurrando, me relajaban. Me levanté del sillón y me asomé a la ventana. Las tenues luces del atardecer se posaban sobre las calles ya húmedas . Ante mí contemplé todo un espectáculo. Me apoyé en la ventana; sus cristales, salpicados de gotas de la débil lluvia, me enturbiaban la visión. Perdí la mirada en el infinito y me sumergí en mis pensamientos. La soledad, esa compañera eterna, permanecía a mi lado. Me acordé del pasodoble de Juan Carlos, “La soledad es testigo” . Ese en el que me sentía reflejado. La soledad, esa amiga fiel. Sin juzgarme, sin pedirme explicaciones. Testigo de mis fracasos y triunfos. La que mejor me conocía: mis deseos, mis miedos y mis sue...

Cuentos del abuelo II. La tortilla de patatas.

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 Julián se levantó, como casi todas las mañanas, con las primeras luces del alba. El frío de la montaña se colaba por la puerta entreabierta para ventilar, pero él, curtido por los años, apenas lo notaba. Se acercó a la chimenea, donde aún quedaban rescoldos de la noche anterior, y avivó el fuego con un par de hábiles soplos. Se enfundó en su vieja chaqueta de lana y salió al porche, donde el aire era aún más gélido, pero la vista del valle despertando era impagable. Inspiró profundamente, llenando sus pulmones con el aroma a pino y tierra húmeda, un perfume que lo anclaba a su esencia, a su individualidad. De vuelta en la cabaña, mientras el fuego crepitaba alegremente, preparó un desayuno frugal: pan duro, queso de cabra y un café aguado. Comió con parsimonia, disfrutando del silencio y la soledad del amanecer. Cuando el sol ya despuntaba por encima de las montañas, con pasos firmes, se dirigió a la habitación donde dormían sus nietos. Los observó un instante, con una sonrisa qu...

Un sencillo pensamiento.

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  “El mar, en su inmensidad solitaria, me ofrece el refugio que siempre he anhelado. Un refugio húmedo y relajador, donde el único sonido es la monotonía de las aves marinas. Ellas encuentran en el mar un descanso que jamás hallarían en la civilización, un descanso nacido de la satisfacción de saber que su vida es esa y no otra. Han encontrado el sentido a la vida, o mejor dicho, lo han conservado a través de cientos de generaciones. Ese sentido primigenio es el origen de su felicidad, una felicidad que nunca conocerán aquellos que cambian los acontecimientos, que desvirtúan la tradición y se niegan a aceptar que el principio del placer está en el comienzo de la vida, en el lejano pasado de la historia. En aquellos que son, como las aves marinas, libres y en armonía con su esencia.” 1975.

Caída al abismo

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  La tierra se abrió, engullendo a la figura en una vorágine de oscuridad. Cayó, girando sin control hasta perderse en las profundidades. Todo era negro, absoluto, pero palpitante. Una presencia intangible lo envolvía, una sensación de ser, de existir, sin comprender dónde ni por qué. A su alrededor, un complejo entramado de formas oscuras se contorsionaba y latía. Eran sombras movedizas, amenazantes, que parecían converger hacia él. Lo acechaban, lo oprimían, como si fuera un intruso en su dominio. Pero la figura no se rendiría. Se rebelaría. Poco a poco, empezó a sentir que estaba siendo estudiado, diseccionado por esas entidades oscuras. Algo intangible lo penetraba, lo analizaba, pero no lo poseía del todo. Estaba atrapado, inmovilizado; aun así, su espíritu luchaba. Su cuerpo había sufrido; no obstante, su esencia permanecía intacta. Se adentró más en ese abismo, en las entrañas de aquellas formas oscuras. Aun así, ellas no lo aceptarían. Lo rechazaban, lo combatían. ...